Latins y Ñetas de Santa Coloma acuden a los Mossos para dejar las bandas
La reflexión no es única de los latins y ñetas catalanes. Vinculadoscon sus compañeros de filas de Madrid, lo cierto es que están mucho másatentos a lo que ocurre en Nueva York, Puerto Rico o Guayaquil. «Y allíhay gente que está liderando un proceso para reconducir la escalada deviolencia en la que han degenerado las bandas», dice Paradell.
«Lo importante es saber poner distancia y tiempo entre el joven y labanda, sin levantar recelos», asegura el subinspector Lluís Paradell.Muchos de estos jóvenes, la mayoría menores de edad, aparecieron en lasdependencias de la policía autonómica de la mano de sus padres. «Unavez dentro de la banda, algunos se atemorizan de los compromisos queles obligan a adquirir y se aterran de los castigos que les dicen querecibirán si traicionan al grupo. Aunque, afortunadamente, lasrepresalias nunca son del calibre anunciado», añade el subinspector.
El miedo a las represalias les bloquea y buscan amparo policial. Lamayoría de estos jóvenes han acudido a las comisarías de Mossosd’Esquadra de L’Hospitalet, Santa Coloma de Gramenet y dependencias demenores.
Paradell, responsable del área central de análisis estratégico de losMossos, recibe y analiza todas las actuaciones que realiza este cuerpoen relación con bandas latinas. De momento, el censo de jóvenes siguesiendo de un millar, aunque el subinspector reconoce que, con eldespliegue en Barcelona, los Mossos tendrán una información mucho másreal de lo que se cuece en la ciudad y ese número subirá.
«Las bandas no han dejado de crecer. Lo que ocurre es que se han vueltomucho más discretas en las formas. Su imagen mediática es muy mala, lesvinculan con violencia y delincuencia. Y están en un proceso interno decómo resituarse ante la sociedad», asegura Paradell.
Siguen practicando ceremonias de iniciación y castigos ejemplares, yalgunos cometen delitos, bien por iniciativa propia o bien por mandatode los cabecillas de la banda, pero los especialistas insisten en lanecesidad de no criminalizarlos.
«Aunque parezca una terrible contradicción, hay algo bueno en esasbandas. Y no hay que menospreciarlo. Consiguen atraer a mucha gente ycubren las carencias afectivas de muchos jóvenes latinos que lleganaquí y se sienten maltratados», insiste el subinspector, que pide quese midan bien sus palabras.